Por qué el periodismo y los periodistas no deben morir (Reflexiones en torno de un texto de Alfonso Villalva sobre la muerte del periodista Goyo Jiménez)


Nota:

A continuación encontrarás un mosaico de reflexiones sobre por qué el periodismo y los periodistas no deben morir; declaraciones de amor por el oficio pero también críticas a quienes se han apartado del compromiso con la sociedad.

El domingo 2 de marzo de 2014  se publicó en este blog el comentario de Alfonso Villalva sobre la muerte del periodista Gregorio Jiménez ; hablaba de los retos y riesgos que enfrenta la profesión. El observatorio de medios OMCIM convocó a académicos y periodistas a dejar un comentario en el blog con base al texto de Alfonso. Posteriormente convocó a estudiantes de comunicación de la Universidad Iberoamericana a publicar comentarios respecto al texto original y a los otros comentarios, de periodistas y académicos. El resultado es esta gran conversación, este mosaico plural que se ha ido alimentando a través del tiempo y el espacio… este espacio que  queda abierto a que más académicos y el público en general lo complementen.

Muchas gracias a los académicos de la Ibero, la UNAM, la UAM-X, la Anáhuac y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México que atendieron el llamado. Muchas gracias a los periodistas y a los alumnos. Ojalá sea útil.

Texto original por Alfonso Villalva P. Metro Latino USA

A los compañeros periodistas: los caídos y los que están en pie…

El binomio casi indisoluble que forman las ciudades de Minatitlán y Coatzacoalcos puede ser recordado prácticamente con todos los sentidos, pero especialmente con la memoria del olfato por ese aroma a humedad subtropical que emana de su verde eterno, de la fertilidad de sus tierras, del entorno en el que casi cualquier terrícola que asoma por allí, porta una sonrisa y un halo de buen humor. Y luego viene la zona de Acayucan, y las Choapas. Tan lejanas quizá para el Pueblo Yaqui, o la cosmopolita Guadalajara, los migrantes estacionados en Tijuana.

Célebre la región por el complejo Pajaritos, por la incesante actividad petrolera y agrícola. Macabra celebridad por el paso de la Bestia que a lomos lleva la ignominia, la afrenta nacional, la verdad olvidada por la forma en la que denostamos los derechos humanos de los hermanos provenientes del sur, de los nuestros que transitan desde Chiapas, Oaxaca, Tabasco con rumbo a la extorsión o la muerte mientras ellos creen que persiguen su oportunidad de conquistar el “American Dream”.

Hay algo de todo eso hoy detrás de estas paginas de periódico que hojeas –si es que aun tienes esa costumbre anticuada de preferir el aroma a tinta fresca sobre el papel-, o que navegas, si es que ya de plano mudaste a la era digital y prefieres la información colorida, retro iluminada y al simple alcance de pinchar un botón.  Algo detrás, decía, que hoy, con melancolía, provoca que en cualquier instante, tú puedas sintonizarte con los hechos de aquí, de allá, de todo el planeta.

Eso que esta detrás, y que lo hace posible, es lo que hacía Goyo, lo que hacen los demás: quizá una de las profesiones de mayor calado en el concepto de sociedad que asimilamos desde hace cientos de años, y que se personifica en la figura del periodista, el reportero; ese singular ser humano que pasa la vida anticipando, salivando, en pos de la nota, en búsqueda de la historia, la verdad, la explicación plausible. Ese ser de otra naturaleza que parece traer en la sangre un ADN distinto que le impide claudicar. El icono –o avatar en términos de redes sociales- que sintetiza ese derecho fundamental tan debatido y a veces pervertido que es la libertad de expresión.

Confieso que tengo una tendencia natural por dejarme seducir particularmente por las profesiones u oficios cuya adversidad luce gigantesca. El periodista parece querer acapararla toda por naturaleza: normalmente hay mala paga, los horarios son insufribles, las esperas son inacabables. En muchos casos, además del lápiz, el papel, y la grabadora de bolsillo, hay que trasladar equipo pesado, caro y ajeno. La amenaza perenne del crimen, los grupos de interés, los posibles afectados…

Hay que sufrir, pues, pero no existe ninguna barrera que parezca ser suficiente en esa obstinación con la que parecen haber nacido para escudriñar, cuestionar, investigar; para luego, ser artífices del traslado a la luz pública -a la comodidad de tu hogar u oficina, o donde diablos sea que lees las notas periodísticas-, lo que de otra manera no se conocería jamás.

Cuántas vidas habrán salvado, cuánta justicia habrán enderezado, cuánta esperanza habrán otorgado. Por muchos años he tenido el privilegio de conocerles, observarles; como compañeros, amigos en muchos casos, referentes en tantos otros, ajenos e inspiradores en varios más. Desde aquellos tiempos en Excélsior, o en las diferentes plazas en las que he tenido el privilegio de compartir planas y vidas y cafés con ellos. Por supuesto que en Veracruz también, faltaba más. La nota común que me han regalado siempre es respeto y admiración especialmente por su valentía, su determinación de no comprometer su propia verdad.

Probablemente ellos son el buque insignia que patentiza nuestro inalienable derecho a decir, a opinar, a externar nuestros pareceres, gustos y preferencias, por el simple placer de hacerlo, por el elemental sentido de comunicar, por el deber de compartir, orientar, reflexionar o denunciar. Son la fuente inagotable de los datos y las historias que nos hacen reír y llorar, cabrearnos y llenar nuestras sobremesas los fines de semana.

Goyo –Gregorio Jiménez de la Cruz-, Coatzacoalcos y Minatitlán no podrán tener sentido nuevamente, asociados unos a los otros, o no, en la medida en que un compañero periodista carezca de las seguridades que le amparen para que, por ejercer su profesión, no se haga indefectiblemente candidato a perecer con un trozo de metralla en las entrañas como mordaza definitoria.

Goyo somos todos. Su desgracia es nuestra también.  Por él, por los demás, y los que siguen por allí. Por todos nosotros y por la sociedad a la que aspiramos en cualquier sitio del planeta. Es su muerte y la de sus compañeros en Veracruz y en todos lados, la que nos revuelve el estómago en una vergüenza colectiva, que requiere finalizar ya.

Twitter: @avp_a

columnasv@hotmail.com

Ver nota original en Metro Latino USA

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36 respuestas a «Por qué el periodismo y los periodistas no deben morir (Reflexiones en torno de un texto de Alfonso Villalva sobre la muerte del periodista Goyo Jiménez)»

  1. Sólo alguien que ama profundamente el periodismo puede escribir un texto como este de Alfonso Villalva, que compartimos ahora en el observatorio ciudadano de medios, OMCIM.

    Cada párrafo, cada frase transpira esa pasión, ese respeto y a la vez ese sentimiento de impotencia ante los peligros que acechan a reporteros que, como Gregorio Jiménez, han perdido la vida mientras buscaban la nota, la historia, la verdad, la explicación plausible; «seres de otra naturaleza», como los llama Alfonso.

    En su comentario, pleno de sentimiento y reflexión, hace un reclamo que comparto: Goyo somos todos. «Su desgracia es nuestra también… Es su muerte y la de sus compañeros en Veracuz y en todos lados, la que nos revuelve el estómago en una vergüenza colectiva, que requiere finalizar ya».

    El secuestro y asesinato de Gregorio Jiménez ha provocado que muchos periodistas levanten su voz para exigir que el crimen no quede impune; para exigir que las autoridades federales se hagan cargo de las investigaciones tras el manejo poco acertado de las autoridades veracruzanas. Esta ha sido una herida más para el gremio, pero sus consecuencias van más allá del ámbito periodístico.

    Lo peor que nos puede suceder como sociedad es que nos acostumbremos a este tipo de crímenes; que dejemos de estremecernos, que dejemos de indignarnos, que dejemos de llorar por ellos y por nosotros. Esa democracia a la que aspiramos se va carcomiendo con cada asesinato, no sólo de los reporteros, sino de todos los ciudadanos. Esas son algunas de las reflexiones que me ha inspirado este texto.

    (Gracias a Benjamín Santoyo, alumno de la Universidad Iberoamericana, por recomendar la lectura de este texto de Alfonso Villalva).

    Nota: Regina Santiago es académica del Departamento de Comunicación de la Universidad Iberoamericana. Coordina el observatorio de medios OMCIM.

    1. Hacía mucho que no leía un texto tan generoso, tan ponderado, tan sólido en su estructura gramatical, pero sobre todo en su semántica. No sólo nos contextualiza los aromas y el sentido del mundo que se vive en Minatitlán y Coatzacoalcos–su verde eterno, su humedad fértil–sino que nos ubica en la disposición hacia la vida.

      Me parece que el argumento es irrefutable: hoy todos somos, aunque sea un poco, aunque sea indirectamente, Gregorio Jiménez. Que un crimen así haya ocurrido en esos espacios, revela que debajo de la belleza se esconde, como su opuesto dialéctico, la podredumbre política y social.

      Algo fundamental del ejercicio del periodismo es poner las cosas en contexto: el hecho en bruto llama la atención y conmueve. Pero su comprensión dentro del espectro más amplio de lo que está ocurriendo en todo ese estado y, más, en todo el país abre un arco interpretativo amplio y preocupante: ¿qué significa, hoy, en México, ser periodista? ¿Qué significa trabajar con la palabra? ¿Qué significa la verdad? Pero sobre todo ¿qué significa la vida?

      Paradójicamente sólo quien esté verdaderamente enamorado de la verdad, comprometido con la palabra y al filo de su profesión, puede decir que está vivo. Aunque en ello le vaya la vida. O, más precisamente: por ello le va la vida.
      Un magnífico texto de Alfonso Villalba. Muy bien escrito, con una profundidad analítica y humana que va más allá de la nota informativa o la crónica aderezada. En este país hoy todos somos Goyo porque, en cierta medida, todos compartimos algo del periodista: el valor de la vida que sólo vale la pena vivirse si es en busca de la verdad dicha con la palabra.

      Nota: Felipe López Veneroni es académico de la UNAM. Ha publicado diversos libros sobre comunicación y política. Fue mediador de la audiencia en el IMER.

      1. Como mordaza definitoria es un perfecto ejemplo del equilibrio entre periodismo, literatura y semántica como menciona Felipe. Si al hecho de informar en pro de la justicia y la igualdad le agregamos el bello arte de la palabra (como lo hace Alfonso Villalva) obtenemos una mezcla perfecta de periodismo de calidad.

    2. Creo que como periodistas la indignación que ha generado este acto, y no sólo este muchos otros que se han presentado, es mayor. Los periodistas tienen voz, voz que es escuchada por todos y que sin ella las demás personas no sabrían qué pasa en el mundo, no conocerían todas esas historias que se cuentan. En cuanto a este comentario estoy de acuerdo con el hecho de que es increíble cómo la sociedad mexicana no valora el trabajo de estas personas y sólo lo toman como una muerte más de las miles que han pasado, cómo nos hemos acostumbrado a ver morir a nuestra gente, a gente que lo único que hace es entregarse por su trabajo.

    3. Es increíble hasta que punto estamos. Una profesión tan grande como lo es el periodismo es censurada al punto de la muerte. La indignación y las palabras no son suficientes para expresar la impotencia que es saber que en una lucha por la democracia, la libre expresion, por acabar con la ignorancia se vuelve en un peligro. Resulta entonces que somos prisioneros de el mismo gobierno, del crimen; no de nosotros; de una sociedad libre.

  2. Vilipendiada, prostituida, cooptada, empobrecida, rebasada por la inmediatez de lo digital y las redes sociales, la profesión del periodismo es más válida y necesaria que nunca. A veces parece que el periodismo o los periodistas vivimos con una mano aferrada al borde del abismo y otra agitándose desesperadamente para evitar la caída final. Hoy, cualquier persona armada con un teléfono que tenga cámara puede capturar la imagen del día, trátese de un desastre natural, represión policial o invasión militar. Y, sin embargo, quién nos puede ayudar a comprender la imagen, a entender la realidad de lo cotidiano. No el historiador, que necesitará de tiempo y paciencia; no el poeta, que buscará acaso sólo un ángulo, el que le afecte directamente; no el político, que verá la realidad según le convenga. Sólo el periodista puede mirar con los ojos urgidos de entender lo inmediato, para poder comunicarlo.

    Ryszard Kapuscinski, posiblemente el mejor periodista del siglo XX, recorrió el mundo con los ojos abiertos y la curiosidad de quien no pretende saber, sino de quien busca contar. Corrió peligros, asumió riesgos y al final contó historias que nadie hubiera podido contar de otra manera. Hoy en día, los periodistas siguen luchando por traernos la información que necesitamos para entender cosas tan complejas como la captura de El Chapo, el surgimiento y operación de los grupos de autodefensa en Michoacán, la violencia en Venezuela o la posible conflagración en Ucrania. Y esos periodistas siguen corriendo riesgos, jugándose el pellejo, porque aman su profesión. Como Gregorio Jiménez, como Alfonso Villalva.

    No podemos permitir que el periodismo se pierda, que se deje en manos de intereses estrictamente comerciales o políticos, que se venza ante las presiones de la violencia. El día que el último par de ojos de un periodista se cierren por última vez, es el día que una total oscuridad se extenderá sobre nuestro mundo. Mientras un periodista mire, pregunte, escarbe, indague, cuestione, constate, analice, del otro lado habrá millones de ojos que podrán examinar la realidad bajo una luz propia.

    Nota: Gerardo Cárdenas es director editorial de la revista cultural Contratiempo, editada en Chicago.

  3. Cuando asesinan a un periodista, se muere un poquito de su sociedad con él. Esta frase, bien conocida, no es menos poderosa por serlo. Hay pocas muertes que tienden a impactar más el entorno social que las de aquellas personas que tienen como objetivo vital analizar, interpretar, documentar aquello que nos rodea.

    Los periodistas tienen un rol indispensable en ese contexto: son los primeros que hacen la Historia, con mayúscula, en una sociedad. Los investigadores al momento. Academia y público general tendrían que agradecer su papel por los invariables aportes que reciben de un batallón de periodistas, todos los días, que hacen su labor sin fanfarria, en el semi-anonimato, esperando nada de nadie, excepto la satisfacción de poder hacerlo todo de nuevo al día siguiente.

    (Nota: Eduardo Portas es académico de la Ibero y la Anáhuac y fundador de la empresa Capital Social Investigaciones)

    1. Es interesante saber hasta donde puede llegar la pasión por un trabajo, y sin duda, los periodistas son personas que viven apasionadas por la nota, por contar la historia, por informar a la sociedad. Es increíble que esta pasión los lleve a arriesgar su vida y que la sociedad no haga nada, que la sociedad mire hacia otro lado, que le sea indiferente.

      1. Cierto, Dafne. Esa indiferencia no sólo por el periodismo, sino por la vida misma, es lo que tendríamos que tratar de combatir

    2. Creo que ya es difícil conocer cual es un trabajo periodístico bien realizado y cual no. Actualmente vivimos en una sociedad donde la presión que ejercen los grandes monopolios o partidos políticos sobre lo que se quiere informar y no informar es lo más importante. Precisamente por ser los periodistas las personas encargadas de transmitir la información de lo que ocurre en el momento, debería existir en todos un especial cuidado en la manera en que publican sus notas.
      El periodismo amarillista debería desaparecer y mejor sería concentrarse en crear periodistas que realicen investigaciones de calidad y con contenido interesante para las personas, cosa que no es imposible ya que ha quedado demostrado que México tiene la capacidad de realizar buenos trabajos de investigación en todos los aspectos.

      1. Tienes razón, Alejandra. Uno de los mayores retos que tenemos como sociedad es encontrar el tono exacto para informar sobre la violencia que está teniendo lugar en el país. No se trata de callar, sino de informar de la manera adecuada y con el tono adecuado. Terrible el periodismo amarillista que se regocija en la tragedia y explota el morbo. Terrible el periodismo amordazado como el que describe Alfonso, amordazado porque se tiene que jugar la vida para informar sobre la violencia.

    3. No solo muere un periodista, muere a paso lento la libre expresión. No solo se pierde a la persona , se pierde con el muchos ideales y esperanza de la profesión. Para qué ser periodista, en que dirección vamos, queremos democracia y verdad y a cambio solo represión y hasta muerte. ¡basta! Basta a intereses económicos y personales, de crimen o de gobierno. Aunque entre estos dos últimos no hay diferencia.

  4. Comparto la elegía del trabajo periodístico -del auténtico trabajo periodístico, precisaría- que hace Alfonso Villalva. Los periodistas cumplen con una tarea necesaria para la sociedad cuando investigan, ponen los acontecimientos en contexto, les permiten al resto de los ciudadanos aquilatar los más variados temas de la vida pública.

    Pero ese elogio del periodismo auténtico no debiera llevarnos a olvidar las muchas dificultades y desidias que suelen impedir ese trabajo y no me refiero solamente a intimidaciones y violencias. No todos los periodistas se esmeran por indagar, ni anteponen las consideraciones profesionales a las conveniencias y las complicidades. Por lo general los intereses de las empresas mediáticas se anteponen a los principios profesionales y los periodistas, por resignación, desprotección o simple precaución, no suelen objetar esa situación.

    El periodismo de investigación en México es casi inexistente. A la mimetización de muchos periodistas con las inercias que prevalecen en los medios, se añaden la falta de interés de las empresas mediáticas para propiciar un periodismo independiente y la falta de exigencia de todos nosotros (lectores, televidentes, radioescuchas) para exigir y premiar con nuestra preferencia ese periodismo profesional. Así que el periodismo es una tarea por definición importante, útil, noble. Pero pocos lo practican con el compromiso profesional que hace falta.

    El caso de Gregorio Jiménez ha merecido opiniones muy encontradas. Frente a quienes consideran, sin más precisiones, que ese periodista fue asesinado debido a su desempeño profesional, hay versiones que explican que el crimen se debió a diferencias que él tenía con quienes lo mandarían asesinar. En todo caso fue un crimen condenable, injustificable. Y por fortuna todo parece indicar que los culpables han sido aprehendidos. Es decir: no se trató de un crimen promovido por el poder político, todo parece indicar que no se debió al trabajo periodístico de Jiménez y en este caso la justicia ha funcionado. Seguramente en el empeño que las autoridades de Veracruz invirtieron en este caso influyó la exigencia de los muchos periodistas que se organizaron para reclamar contra el asesinato de Jiménez de la Cruz.

    Esta opinión es anticlimática ante los elogios del periodismo que la preceden en este blog. Estoy convencido de que a nuestro periodismo le hacen falta menos aplausos y más exigencia. Y, para quienes estudian esa bellísima profesión, menos aspiraciones míticas y más realismo.

    El periodismo se hace todos los días en un desempeño en donde hay más rutinas que abnegaciones. Se trata de un oficio que requiere sacrificios, sí, pero esos a menudo no derivan del enfrentamiento con poderes formales o fácticos sino con las más ordinarias exigencias cotidianas: se trata de una tarea sin horarios fijos, que exige aprender constantemente y cuya gratificación pecuniaria a menudo es insuficiente. En el periodismo los atentados más frecuentes son contra la vida familiar y, de cuando en cuando, contra la honestidad del periodista. Con todo y eso se trata de un oficio apasionante. Lo digo con pleno respeto y a veces cierta envidia a quienes hacen periodismo diario en las calles y, de allí, en las redacciones.

    Nota: Raúl Trejo es académico de la UNAM e investigador en temas de ciencias sociales. Autor del blog Sociedad y poder. Fue presidente de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información.

  5. Pienso que en México, aquí y allá, se hace periodismo de gran calidad y que tenemos un enorme potencial en este terreno. Esto, a pesar de la mediandad y el adocenamiento que campean en la profesión, de los editores vendidos al mejor postor, de los empresarios cicateros y serviles al poder, de las facultades que enseñan a medias, de los mestros que nunca han puesto pie en una redacción, de los reporteros que no leen y escriben como dios les da a entender… frente a lo cual tenemos a los Blancornelas, a los Buendía, a los Montañez y a muchos otros. Desde hace años abrumo a mis alumnos con la misma cantinela: el periodismo es permanente autoconstrucción, es disciplina crítica, es militar a favor de la transparencia, es curiosidad intelectual siempre alerta… es, creo yo, un magisterio. Y otra cosa que no me canso de repetir en el aula: no existe ninguna razón para que un joven periodista mexicano no se vea a sí mismo en una de las grandes redacciones del mundo.

    Nota: Miguel Angel Sánchez de Armas es periodista y profesor universitario. Autor de varios libros sobre comunicación y política. Miembro del consejo editorial a la revista electrónica Razón y palabra. Autor del blog Juego de Ojos.

  6. Decía Kapuscinski que hacer periodismo es estudiar la historia al momento mismo de su desarrollo. Pocas cosas tan esenciales para la comprensión ontológica de lo humano. Por eso, el oficio periodístico debe ser ponderado desde esa valía, por eso la muerte de un periodista es también la muerte de parte de nuestra historia, de parte de lo que nos hace humanos.

    No es entonces, solamente, una muerte individual (como lo son ya de por sí todas), un dolor individual. Se trata, de cierto modo, de una muerte colectiva; se nos muere algo a todos. Pero el rompecabezas de nuestra ontología sigue armándose sobre la mesa y tendrán que venir otros periodistas (historiadores en tiempo real) que profundicen en la naturaleza cotidiana de lo humano y que aporten, de una en una, piezas faltantes. La muerte de Goyo no detendrá la búsqueda, servirá de inspiración.

    Nota: Mariana Anzorena es profesora de periodismo en la Ibero. Ha colaborado en diversos periódicos. Es investigadora de Acciones DF

  7. Dice Manuel Nava:
    Como periodistas, como reporteros, nos toca dejar constancia de la historia inmediata. Encontrar en los hechos cotidianos, eso que marca un quiebre, el signo de que algo está dejando de ser, que está cambiando. Ubicar a los actores. Salir a la calle, mirar y analizar al entorno e informar de la mísera situación en la que se encuentra una sociedad. Del esfuerzo y la voluntad de aquellos que quieren cambiarla y de los diversos motivos que tienen aquellos que se niegan a que ocurra.

    El periodismo es ese agente social que nos recuerda que existen los otros. Y que nosotros existimos junto a ellos, que juntos somos la realidad inmediata y lejana, presente y proyectada, ese agente no debe morir. El periodismo vivirá mientras haya un humano a la espera de encontrar a alguien que tenga algo importante que decirle.

    Nota: Manuel Nava es periodista nacido en Acapulco. Trabajó en Canal Once y El Financiero.

  8. Bello texto e ideal para retomar algunas de las ideas que hemos intentado compartir en diversos espacios. El asesinato de Goyo, así como otros asesinatos a periodistas, llamadas, amenazas, o bien coches bomba o granadas en instalaciones de medios, entre otras variedades de terrorismo o cuasi-terrorismo (llámesele como se le guste llamar), están dirigidos en parte a las víctimas directas; en parte también, sin embargo, a toda una gama de víctimas indirectas.

    La idea de quienes llevan a cabo esos actos es producir un sentimiento generalizado de desesperanza e impotencia, que en este caso, tenga la consecuencia de hablar lo que se quiere que se diga y/o callar lo que se quiere que se calle. De este modo, no solo padecen las decenas de periodistas asesinados, sino los otros cientos de periodistas a quienes invade el terror y quienes optan por modificar sus conductas, mudarse de sitio o de profesión, y padece también una sociedad entera sumergida en la incapacidad de actuar.

    Las estrategias que se usan contra periodistas se emplean porque desgraciadamente son eficaces a los intereses de los perpetradores. Por tanto, tenemos que hallar como sociedad mecanismos para atenuar y eventualmente neutralizar su eficacia. Ello no es nada fácil, pero hablarlo, compartirlo y concientizarlo, son siempre los primeros pasos. Ahí radica el valor de textos como el de arriba, y más si se expresa de manera tan bella como lo hace Alfonso Villalba.

    Nota: Mauricio Meschoulam es académico de la Ibero. Internacionalista especializado en terrorismo y construcción de paz. Escribe en El Universal.

    1. Hola Mauricio,

      Soy estudiante de comunicación de la Ibero y una de las ramas que siempre me han inquietado es el periodismo, más enfocado al ámbito musical, pero periodismo finalmente. Me atrapó en tu comentario que usaras la palabra «Impotencia» en tu reflexión. Creo que es muy adecuada a la situación que se vive en este momento en esta disciplina y que puede también ser desalentadora para quienes quieren incluirse; pero también es para darnos rabia y fuerza para erradicar el problema y que no haya más casos como este.

      Saludos

  9. Escribe Pablo Hiriart:
    Con el periodismo sucede algo parecido a los amores: comienzas con el corazón abierto, entregado, lo vives intensamente, pero la cotidianidad te va poniendo zancadillas, distractores.

    Los defectos de la vida del periodista, a la que juraste amor eterno con plena convicción, pueden volverse intolerables con el paso del tiempo. Igual que cuando te casas.

    El día en que los defectos de tu pareja se te hacen imposibles de sobrellevar, tienes la señal de que se acabó el amor. Y cuando las dificultades del oficio, que antes amabas y te emocionaban, son incompatibles contigo, con tu evolución personal, es hora de cambiar de profesión.

    Nota: Pablo Hiriart es periodista y director del periódico La Razón

  10. Excelente defensa del periodismo. Sin embargo, la realidad es que el periodista tiene menos autonomía editorial de la que nos gustaría a todos, y no sólo por las constantes amenazas que representan los Estados acostumbrados a instrumentalizar a la prensa y hacerla parte de su aparato de publicidad –con la anuencia de los propietarios y ejecutivos editoriales de los medios ávidos de publicidad gubernamental–, o por las amenazas de la delincuencia organizada.

    Según mis investigaciones, los principales obstáculos para la autonomía del periodista y para su potencial creativo emanan de la propia lógica del trabajo periodístico y sus rutinas de producción, diseñadas para la «cobertura» pasiva de eventos pre-agendados y de fuentes oficiales o en posición de élite, y crucialmente para el corto plazo: la inmediatez, la descripción fácil basada en lluvia de declaraciones y reacciones, y la producción de «notas» en serie, que parecen obedecer más a una necesidad de cantidad que de calidad.

    Pocos estímulos hay para la explicación, el análisis, y mucho menos la investigación a fondo. Estos son espacios reservados para los columnistas (a sueldo muchos de ellos), usualmente cercanos a las élites y lejanos de las historias de los ciudadanos de a pie.

    Parafraseando al conocido culturalista James Carey, lo peor que pudo pasarle al periodismo en el siglo XX fue su profesionalización «tecnificada» que le enseñó técnicas para estandarizar y homogeneizar el trabajo y que desintectualizó el trabajo periodístico, quitándole al periodista la posibilidad de ser contador de historias e intérprete de la realidad.

    Hemos adoptado un modelo de reporteo «reactivo» que fue muy útil en su momento pero que parece estar quedando muy rebasado por la realidad social. Desprovistos de ese capital cultural y simbólico, los reporteros quedan cada vez a merced de los grandes intereses, en la adversa posición de alfiles y obreros de la información, sujetos al (des)equilibrio de fuerzas en la lucha por el poder.

    La gran pregunta (de investigación) que debemos hacernos como comunidad académica es si a nuestros reporteros los están matando porque investigaban algo activamente, para disuadirlos de investigar algo a fondo, o, como muchos sospechamos, simplemente por publicar «notas» diarias y versiones oficiales de los hechos. Como académicos debemos pasar de la simple condena de asesinatos a periodistas a la investigación activa que nos permita obtener nuevas pistas para contextualizar el fenómeno y poder sugerir rutas de acción.

    Nota: Mireya Márquez es académica del Departamento de Comunicación de la Ibero. Coordina el proyecto Prensa y Democracia.

  11. Escribe Gabriel Sosa Plata
    Sin duda, bello texto el de Alfonso Villalba, quien a partir del condenable asesinato de Gregorio Jiménez, idealiza el periodismo y a los periodistas. Y me parece bien. Sin ideales, cualquier objetivo en la vida, cualquier profesión fallecen. Sin dejar de poner los pies en la tierra, es lo que busco en mis alumnos de comunicación: conservar los ideales, defender la ética periodística, ser honestos consigo mismos y con sus lectores, radioescuchas y televidentes.

    El asesinato de periodistas se ha convertido en un grave problema en México. Como afirma el Dr. Raúl Trejo Delarbre, es probable que algunas de estas muertes no estén vinculadas directamente con el ejercicio de su profesión. No importa. Es condenable lo mismo el asesinato de un periodista, que el de cualquier persona. El problema de fondo es la impunidad de los delitos en nuestro país. Más del 90 por ciento no tienen castigo. En el caso de los periodistas asesinados, el porcentaje podría ser del 98 o 99 por ciento.

    Por si fuera poco, la solidaridad gremial es escasa. Los periodistas suelen ser poco participativos cuando se trata de defender los derechos laborales, su código deontológico, la seguridad de ellos mismos. Las empresas en las que laboran suelen reproducir y promover esa escasa solidaridad gremial, por lo que se convierten en parte del problema. Es, pues, un círculo vicioso.

    Las condiciones sociales y económicas del país, la inseguridad en diversas regiones del país, la falta de justicia y de solidaridad gremial, entre otros factores, nos llevan a concluir que, por lo pronto, continuarán las agresiones al periodismo y a los periodistas. ¿Habrá más casos similares al de Goyo? No es por desanimar, pero es probable que sí y pese a ello muchos continuarán seduciéndonos a sus lectores o audiencias, como lo hicieron con Alfonso.

    Nota: Gabriel Sosa Plata es académico en la UAM-X. Se expecializa en temas de comunicación y telecomunicaciones. Fue mediador de la audiencia en el IMER. Es comentarista en El Universal y Radio Educación.

  12. En el oficio, el de a de veras, no hay de otra, investigar, preguntar, escribir, pasar a la corrección, aceptar un par de consejos y pulir; picar piedra a diario y jamás creer que uno es inmune, jamás pensar que uno ya no tiene más que aprender, porque aunque el proceso parece ser el mismo, cada entrega implica un reto diferente. Eso sólo lo saben los periodistas de verdad, los editores de texto de verdad, y Villalva deja ver cuánto sabe del oficio y cuánto duele que otro hombre que sabía sea acallado.

    El periodista, del de a de veras, es la voz de los que no tienen el volumen suficiente para ser escuchados, es el que sabe llegar a los que tienen algo que decir y aquello que tienen soluciones que ofrecer… o sabe cómo llegar a todos para hacer público lo que unos pocos quisieran que quedara oculto.

    El texto, además, deja ver que el autor conoce bien lo que pasa con los lectores de hoy -«Hay algo de todo eso hoy detrás de estas paginas de periódico que hojeas –si es que aun tienes esa costumbre anticuada de preferir el aroma a tinta fresca sobre el papel-, o que navegas, si es que ya de plano mudaste a la era digital y prefieres la información colorida, retro iluminada y al simple alcance de pinchar un botón.», lo que indica también que Villalva sabe en qué vorágine se ven inmersos los escribidores: poca paga, la misma paga, para entrar a todas las plataformas, suponiendo que sólo sea impreso y digital, si no es que, además, tiene que pasar un reporte especial para radio y uno más para televisión.

    Aun así, con esas condiciones, la emoción de investigar, el nervio de la entrega, la ansiedad de buscar reacciones en los lectores y la satisfacción de saber que tu texto dejó huella en uno solo de los lectores que tuviste compensa con mucho las condiciones laborales. Ahora sólo nos falta, como sociedad unida, como un todo sólido, respaldar y crear una red que permita que esas voces sigan dando volumen a las peticiones de todos los demás.

    Nota: Trinidad Ferreiro es periodista. Coordina la sección financiera del portal de Noticieros Televisa

    1. Totalmente de acuerdo, creo que el periodismo tiene un gran momento ahora, pero hay que saber aprovecharlo. Y así informando con buena cobertura de los temas: “prevenimos” e informamos a nuestra sociedad. Pero se debe tener vocación y gusto por el oficio. Debemos rescatar y conservar el buen periodismo; pues creo que de este se crean las revoluciones intelectuales que logran cambios en la historia.

  13. Dice Mireya Maldonado:
    El periodismo debe ser un puente con nuestras conciencias, un quehacer que provoque reflexión y empatía con quienes han perdido la vida, con quienes lloran a sus muertos y con quienes buscan a sus desaparecidos con la esperanza de encontrar por lo menos sus huesos. Nuestro trabajo informativo puede y debe trascender la anécdota o la crónica de aquellos que esperan a que les digan dónde están sus seres queridos sean o no periodistas.

    Es momento de dar voz también a todas las mujeres que se movilizan para que no haya tumbas gigantescas sin nombres. Porque ellas son, en su mayoría, madres, hermanas, hijas quienes se han empoderado pues no se resignan a que alguien más les diga dónde está la sangre de su sangre. Son ellas quienes encabezan las búsquedas, quienes protestan ante el silencio de las autoridades, quienes siguen las huellas. Y este fenómeno que ha sido invisibilizado en los medios de comunicación.

    El peligro nos acecha a todos pero nuestro mayor enemigo es la indiferencia. Gregorio Jiménez ha dejado de ser noticia y duele. Pero hay miles de mujeres y hombres cuyos nombres no fueron jamás pronunciados por los medios y eso no sólo duele, también indigna. Nos hemos acostumbrado a la nota roja, a la sangre, a los carteles que dan las características de alguien que se perdió en algún punto de la ciudad, del país. Nos hemos acostumbrado a los periodistas muertos, a la gente que de pronto ya no está. La indiferencia también mata y la ausencia de solidaridad nos convierte en posibles víctimas.

    La muerte de Goyo y la de todos los periodistas que le antecedieron empobrece nuestra libertad de expresión, nuestro derecho a la información. La desaparición y asesinatos de gente como uno nos deja sin posibilidades de una vida en paz. Nuestro silencio nos arrebata una democracia participativa.

    Mireya Maldonado es periodista. Colabora en la revista Etcétera y otros medios.

  14. Excelente texto que nos obliga a reflexionar en estos momentos sobre el papel del periodismo, necesario, indispensable, en las sociedades democráticas. Debemos mirar con atención lo que está ocurriendo en Veracruz (aunque desgraciadamente, no sólo en ese estado del país) porque es gravísima la situación de indefensión de los periodistas. No podemos como sociedad y como profesionales de la comunicación, permitir que se silencien las voces. En ese sentido, debemos pronunciarnos con fuerza, desnaturalizando esta barbarie y exigiendo condiciones para que el periodismo siga ofreciendo a los ciudadanos voces, información e interpretación de la realidad, indispensables como condición necesaria para la formación de la opinión pública.

    Nota: Maricela Portillo es académica del Departamento de Comunicación de la Ibero. Sus temas de investigación son medios de comunicación, jóvenes y política.

    1. Hola Maricela,

      Me gustó mucho que usaras la palabra «indispensable» en tu reflexión sobre el texto. Siento que es una palabra que nos hace (aunque algunos no seamos periodistas profesionales, o al menos, no por ahora), preocuparnos por la profesión y la situación que están viviendo en el país quienes la ejercen día con día. Concuerdo contigo que se debe de exigir a toda costa mejores condiciones para que el periodismo tenga esa fuerza que necesita retomar y que lo que se escriba sea libre en toda la extensión de la palabra sin pensar en que, por narrar la vida diaria y lo que ocurre con ella, puedan ocurrir desgracias como la de Goyo Jimenez. Indispensable hacer algo ya para cambiar esta situación.

      Saludos

  15. Escribe Blanca Brunal:

    A sabiendas que puede convertirse en la propia noticia del día, que puede ser el titular espectacular del mismo medio para el que labora, el periodista de estos tiempos turbulentos se empecina en mantener viva esta profesión porque su compromiso es total y desinteresado, teniendo como máxima motivación el hallazgo de la verdad.

    Se dice que en la actualidad el ejercicio del periodismo, el “oficio más bello del mundo”, como lo definió García Márquez, representa un gran riesgo y en algunas naciones es el más peligroso. México y Colombia encabezan la lista de esos países, donde la cifra de periodistas asesinados cada día va en aumento, debido a la situación de violencia, corrupción y narcotráfico en que se vive. Sin embargo, también son países donde cada día los profesionales de la rama, han hecho de su férreo compromiso con la verdad el mejor de los blindajes contra todos estos quistes que han dañado a las sociedades.

    Es un camino espinoso por el que transita el periodista de estos tiempos. Sin embargo, estamos seguros que son incontables las rosas que han nacido en las tumbas de nuestros periodistas inmolados y que nos recuerdan cada día que el oficio está más vivo que nunca, con mucho quehacer por delante, imparable, porque es el que puede salvar nuestras sociedades y el que hace que una voz, sea la voz de todos.

    En ese texto tan emotivo de Alfonso Villalva, como un homenaje con la palabra y el corazón al periodista veracruzano, Gregorio Jiménez de la Cruz, pudimos recordar a tantos y tantos otros colegas que dieron – mejor dicho, a quienes les quitaron- la vida por no claudicar y amar hasta la tumba su profesión. A mi memoria vinieron dos estupendos hombres de la verdad, que también fueron asesinados hace ya algún tiempo: el mexicano, Manuel Buendía y el colombiano, Jaime Garzón. Ambos sólo dijeron la verdad… ambos, sólo ejercían el periodismo.

    Nota: Blanca Brunal es periodista colombiana que colabora en diversos medios.

    1. Creo que a veces llegamos a menospreciar el trabajo que realizan estos guerreros de la verdad llamados periodistas, quizá por su constante desprestigio por parte de burócratas y mercenarios que ven por sus intereses o los intereses de quienes están detrás de ellos, pero al final los verdaderos periodistas buscan que el periodismo sea una fuerza expansiva y comprensiva, que debe extenderse a todo y abarcarlo todo en el sentido de la verdad, del bien, de la libertad y la justicia.

  16. Dice Adriana Peimbert:

    Declaración de amor al periodismo

    El periodismo es una profesión fascinante. Permite que la ciudadanía conozca los hechos que ocurren y, en cierta medida, la vincula con las problemáticas que se gestan en diferentes esferas como la política, económica, social, cultural, entre otras.

    Sin embargo, su gremio, las y los periodistas, ven amenazado su trabajo al hacer pública la información que se genera en estas esferas. Han pasado a ser nota: son asesinados/as.

    Esta situación representa un grave problema social, no sólo para las y los reporteros sino para toda la sociedad. Esta violencia modifica sus vidas, mengua sus capacidades profesionales, intelectuales y emocionales, pues ahora hacer su trabajo representa un riesgo.

    Ante esta situación como sociedad, y desde todos los frentes, creo que es momento de que hagamos una declaración de amor al periodismo que implica:
    · Exigir respeto y garantías a su trabajo.
    · Impedir que estos casos sean convertidos en un espectáculo- sensacionalista, que a la larga invisibiliza el problema.
    · Valorar a estas mujeres y hombres que hacen periodismo de investigación que nos permiten conocer lo que se desea ocultar.

    Nota: Adriana Peimbert es académica de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

  17. Alicia Guzmán comentó:

    Superhéroes, semidioses, mártires, víctimas… adjetivos que a veces, sólo a veces, se ligan a esta profesión.

    Pero, ¿qué hace un periodista que lo que vuelve esta figura casi mítica?
    Sencillo: el amor que tiene por lo que hace.

    Y puedo constatarlo: no todos los que nos dedicamos a esto tenemos esa chispa, eso que se imprime en cada texto, en cada foto, en cada video. Para ser un amante del periodismo se necesita una capacidad infinita de adaptación, una espléndida dotación de paciencia y una inagotable determinación por mostrar los hechos como son.

    Y sí, no todos lo logramos; y sí, no todos sabemos cómo rifarnos el físico, y finalmente desertamos de esa maravillosa experiencia de investigar hasta el cansancio, de entregarle a una redacción absolutamente todo.

    Pero sé que aun en ese escape, existe la satisfacción del primer texto publicado, de la primera foto revelada, del primer video que no fue lo que esperamos pero que ha sido nuestro mejor trabajo.

    Amar a esta profesión es olvidar la mala paga, los editores histéricos y las esperas eternas para que nos publiquen. Es, en realidad, la relación más importante de nuestra vida, la más demandante y la más gratificante.

    Nota: Alicia Guzmán es periodista y académica en la Ibero.

  18. Para quienes somos estudiantes (en estricto sentido académico, pues, en la vida nunca se deja de aprender y más en una carrera como comunicación que es tan vasta y que, a lo largo de cada semestre la indecisión es un factor clave en la mayoría de los alumnos para elegir un camino profesional)creo que este texto, además de ser una gran narración por parte de Alfonso Villalba, para mi es una muestra clara de la pasión que se necesita tener en la sangre para ejercer en una profesión como lo es ser periodista.

    Por otro lado, es una pena la situación que ocurre en estos momentos en México. Una situación que quizá conlleva a que cada vez menos estudiantes quieran atreverse a dar su vida por la noticia y todo lo que esto engloba. Saber que el ser periodista es una profesión riesgosa en diversos sentidos con pruebas contundentes como la muerte de Gregorio Jimenez por mencionar este caso en particular; es para morirse de miedo y que la duda atrape cada centímetro de nuestra piel al pensar en tomar la decisión de ir por este camino. Sin embargo, me queda claro que en un ámbito como este, si no hay pasión por la profesión, no se tiene la principal herramienta para ser buen periodista.

  19. Sin duda es un texto que refleja la pasión que se tiene por el periodismo, pasión que no todas las profesiones se dan el lujo de tener. En estos últimos años un periodista en México sabe que se va a enfrentar a situaciones que pueden poner en riesgo su vida o la de su gente querida. Aún con esto, hay gente que de verdad se entrega a esta profesión porque la aman, la respetan, la valoran. Hay muchos periodistas que han perdido la vida sólo por cubrir la nota, por informar a la gente, por el placer de generar historias de la vida cotidiana.

    Yo creo que todos los seres humanos apasionados por algo somos Goyo, porque entendemos lo que es hacer lo que más amas, lo que te hace feliz; lo que no entendemos es que hay gente que lo hace aun sabiendo que puede correr peligro. Eso es justo lo que comparten los periodistas ese amor a su profesión que al mismo tiempo pone su vida en riesgo.

    Ojalá más gente pueda tener la oportunidad de leer este maravilloso texto para que así puedan ser conscientes de lo duro que es hacer este trabajo y al mismo tiempo de lo hermoso que es para las personas que realmente lo aman.

    Dafne Maldonado.

  20. En el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, también se tiene que dar una explicación de por qué ha sucedido incluyendo una conexión con el contexto en el que se desarrolla y todos los factores que influyen directamente o indirectamente, en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico. En la columna de Alfonso Villalva podemos apreciar ampliamente la conexión entre periodismo y literatura ya que desmenuza el entorno tanto físico como social de una situación que como mexicanos y como humanos sentimos profundamente.

    «El periodismo es un borrador de la literatura…Y la literatura es el periodismo sin el apremio del cierre.»

  21. Sin periodismo no hay democracia. Esta es una frase que he escuchado reiteradamente en los últimos años de colegas españoles, agobiados por una industria en crisis que ha depauperado a la profesión y que ha dejado en la calle a varios miles de periodistas. La crisis que vivimos en México es más grave. Acá no sólo nos corren de nuestros trabajos cuando les viene en gana, sino que nos están matando. Y sin periodistas ni siquiera hay periodismo.

    Para que el axioma periodismo-democracia tenga sentido, los periodistas deben estar conectados con la sociedad a la que sirven y el periodismo debe servir a ésta. Sin embargo, la prensa en México arrastra un déficit de credibilidad que magnifica la vulnerabilidad de los periodistas. Son ya más de 75 periodistas asesinados desde 2000 en nuestro país y la sociedad mexicana no ha reaccionado, a pesar de que con cada periodista asesinado se mata parte de la ciudadanía

    Un colega en Monterrey me preguntó ayer: ¿Qué impide a ciudadanos y periodistas entender que lo que le pasa a uno afecta al otro? La respuesta que tengo es que los periodistas nos hemos alejado tanto de la sociedad que ésta ya no nos reconoce como parte de ella.

    Reconstruir ese vínculo es lo que nos permitirá decir a todos, como sociedad: #losqueremosvivos.

    Gerardo Albarrán de Alba

    – Twitter: http://twitter.com/saladeprensa | @saladeprensa
    – Facebook: https://www.facebook.com/Saladeprensa.org

    Gerardo Albarrán es periodista. Fue defensor de la audiencia en MVS. Es editor del blog Sala de Prensa, especializado en periodismo.

  22. He leído con atención el texto de Villalva y los consecuentes comentarios precisos e inteligentes. Es un hecho que el periodismo necesita -como dice el doctor Sánchez de Armas- transitar en un permanente estado de autoconstrucción. Me sumo entonces a los comentarios, diciendo que si bien existen importantes avances en materia de derecho de los periodistas y temas de ética, creo que quienes estamos en una universidad, estamos comprometidos a desarrollar una sociología del periodismo sólida, innovadora, funcional y apegada a la realidad, para que quienes día con día hacen el periodismo de investigación en calles y redacciones, tengan un soporte teórico-metodológico que les permita reconocer la dimensión de su labor, los límites y sus alcances, y maticemos entonces aquellos falsos y tramposos dilemas que hacen creer que una historia periodística puede valer una vida humana.

  23. Es sumamente importante que las personas estén enteradas de los sucesos y su contexto, me impresiona leer a alguien tan cómodo con el lenguaje y la explicación y creo que se puede tomar en consideración las acciones de otros que cuestionan si la vida humana tiene un precio.

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